martes, 23 de diciembre de 2008

Veneno, el antiséptico de los hombres.


Secreta es la espuma de tu boca,
la cual ha perdido ahora todo margen de credibilidad.

Corres sin detenerte a observar las rosas.
Miras airado lo que has esculpido,
un breve cuadro que asemeja la descomposión de la carne humana.

No te importan ni los lirios, ni el clavel.
Mucho menos si aun conservas la vida, o por si tus pecados,
ya has perdido el don eterno.

Nada interesa fuera de el egocentrismo.
Si has tenido algo, has tenido también la certeza,
de que no es realmente tuyo.

Tan condimentado por virtudes te encuentras,
que para ti la gloria ya no significa nada,
mas que el paso culminante al mas falso olvido.

Aun así nos encontramos en senda tras senda.

Sonrio al ver tu silueta deteriorándose por el tiempo,
mientras que tu también sonríes, se que piensas igual.

Mas con fines distintos, te aventuras en caminatas de fantasía,

donde un mundo lógico no cabe.
Y donde los sueños no encuentran hogar alguno,
que no sea en tus entrañas vacias y envenenadas por la autocompasión.

Aun así sonrio, porque a pesar de que se me pasa el tiempo,
aun no he perdido la potestad divina de volverte a juzgar.


Y ahora que has muerto, seguiré riendo con más razón,

porque yo he muerto contigo.

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