Sus gritos... Eran como un graznar de cuervos hambrientos.
Un festín de la putrefacción del alma, un arcángel sin alas,
un niño sin sueños.
Y allí se encontraba junto a mí en aquel lugar.
Donde los "nunca" culminaban, donde un siempre era un jamás.
Y pensar que jamás sucedió.
Todo culmino de la manera mas sublime, nunca hubo ni llanto ni dolor,
solo ansia y muerte, solo alma y corazón.
Despliegue de sueños veía yo venir, en aquel viejo hogar de niños justos,
y hasta ahora no me arrepiento de nada, más que de solo haber nacido.
lunes, 29 de marzo de 2010
Asi es la vida.
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