domingo, 18 de enero de 2009

Errónea bofetada.


La ausencia de hermosura en los detalles ajenos,
la modestia, cosa ahora elemental, y el deseo siempre fueron bien vistos
por el exigente vulgo y por él duque de la nada, él que sonríe y saluda,
él que come y se marcha.

Todos están ahora ocupados en el trono,

por su parte se encuentra el gordo, el realmente obeso rey,
el sorprendentemente fláccido publico del banquete real

y sin faltar el enano vocero...
Todo parece que va bien en palacio, como debería.

El entretenimiento ha llegado con el extraño personaje.

Con cada paso que daba al andar fijaba su sonrisa con la mía.

Euforia... Pensé por un momento al sosegar la mirada con la suya,
con él que su ropa pintaba tan arraigada concepción.

Altanero de arriba a abajo, vulgar en la opinión.

Con trapos remendados, de alta posición.

Siempre fiel, siempre triste, siempre una ilusión.

El que se mofa y se despide, el que aprendió ha correr sin caminar,

el señor de las bromas, el ambidiestro, el siempre capaz.

El que cuando llega el momento solo sabe actuar y

el que es condenado a muerte, si todo sale mal…

El señor de la ironía, el rey de el ajajá…


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